sábado, 24 de enero de 2009

De Almudena Vidorreta




Porque tuvisteis la ocasión de ser salvados

y os amamos por encima de todas las cosas.

Nuestras madres y las madres de nuestras madres

se llenaron los bolsillos de piedras

y se lanzaron a un riachuelo de aguas inmundas

como Ofelia o Virginia reencarnadas o encarnadas por primera vez.

Era preciso porque así estaba escrito:

Tú, que eras el único y el último hombre,

tenías que morir arrastrado, dejándote llevar por la corriente

con el alma llena de piedras y las manos vacías

y gritando mientras te ahogabas que tienes algo, que tenías algo,

acaso fuera el aire en la boca, tempestades y vientos del este,

todo el aire que me faltó a mí para respirar

y seguir viviendo a la expectativa.



Soy yo, soy una

y soy todas las mujeres,

y te hablo a ti,

que eres uno y todos los hombres:



No compartiremos de nuevo jamás

ni una sola gota de rocío.



De su libro "Algunos hombres insaciables"


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